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El CNA no forma parte del Gobierno. Es una instancia de sociedad civil con personería jurídica, duración indefinida y patrimonio propio, dedicada a prevenir, disuadir y combatir la corrupción en Honduras.

 

Consejo Nacional Anticorrupción (CNA)
Colonia San Carlos, calle República de México
Tegucigalpa, Honduras
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Hospitales Móviles

José Luis se puso una mano en el pecho como para evitar que el corazón se le saliera del pecho. Su vida había dado una vuelta de 180° grados en cuestión de horas. Su esposa yacía en una camilla, esperando un turno para entrar a la unidad de cuidados intensivos. No había más cupos y ella estaba en lista de espera. Su única esperanza era que, en el mejor caso, alguien superara la enfermedad y en el peor caso, que alguien muriera.

José sintió el peso de la responsabilidad de ser esposo y futuro padre. Aquel hombre se sentó en la acera. Era lo más cerca que podría estar de su esposa. De hecho, ni siquiera debía estar ahí, el país estaba bajo emergencia sanitaria y la circulación estaba limitada. Las enfermeras le habían dicho que debía regresar a su casa y que, si pasaba algo, lo iban a llamar. La impotencia que sentía era indescriptible. Era su familia la que se debatía entre la vida y la muerte, su esposa y su hija que aún no nacía.

Su teléfono comenzó a sonar, por un segundo el corazón se le aceleró y sintió que el estómago se le hundía. Un frio le recorrió los dedos mientras intentaba contestar la llamada con las manos temblorosas.

—¿Hola? – dijo con la voz temblorosa.

—Don José Luis, le habla Karla, la enfermera del Catarino que le atendió a su esposa. – José sentía zozobra. – Mire que es prohibido que le digamos a la gente, pero su esposa pasó de cuidados intermedios a la unidad de cuidados intensivos. La logramos estabilizar, pero nos preocupa porque está embarazada, la tenemos en observación. — José elevó un ruego silencioso, esperando más información.

—Muchas gracias, señorita. Llámeme cualquier cosa, no importa la hora. — Le respondió José.

—Bueno, eso es todo, si hay noticias, le aviso. — La enfermera cortó la llamada sin mucha ceremonia.

No podía estar cerca de su esposa, no podía cuidarla, ni cerciorarse de que estuviera bien. José no podía ni imaginar la lucha silenciosa de su esposa por seguir respirando, con la neumonía ya avanzada. En aquella descuidada sala, ella a ratos estaba consiente pensando en la bebé que soñaba tener entre brazos con su amado esposo.

Esa noche y las tres siguientes, José hizo vigilia en las afueras del Catarino. Esperó, esperó y esperó. El gobierno había limitado la circulación debido a la cantidad de contagios, pero a José no le importaba. Ya los policías habían tratado de ahuyentarlo y amenazarlo con llevárselo a la posta, pero él no se movería. Tenía fe de que su esposa saldría de ese horrible lugar.

A veces un camillero salía a dar noticias o recoger cosas y la gente se abalanzaba sobre él para pedir información de sus familiares. Todos comentaban entre sí lo desesperados que estaban.

José Luis casi no comía. Dia y noche pensaba en su esposa y su hija por nacer. El calor de la ciudad, la transpiración y sus respiraciones aceleradas era lo que acompañaban a José Luis mientras esperaba por noticias de su esposa en las afueras del hospital.

Ya caía la tarde de aquel infame miércoles. Los familiares comenzaban a irse alrededor de las 4 de la tarde, pero José Luis se quedaba. Era ya el quinto día de esperar noticias. De repente el camillero se acercó a la entrada y José Luis fue el primero en acercarse. La escena era de lo más extraña. Aquel hombre se acercaba a ellos con una mascarilla que parecía de gas, unos lentes de protección, doble mascarilla, bolsas amarradas en los pies, totalmente cubierto.

—¡Familiares de Karla María López Guevara, los familiares de Karla! — llamaba el camillero a gritos. José Luis sintió un frío recorrerle el cuerpo hasta las palmas. Se acercó esperanzado de recibir buenas noticias.

—¡Aquí, aquí! — José se acercó al camillero y la gente formó un círculo alrededor del hombre.

—¿Usted es familiar de la señora Karla? — le preguntó el camillero.

—Sí, sí, dígame. — Le respondió José Luis.

—Señor, lo siento mucho. Su esposa no aguantó, la neumonía se la llevó. La bebé tampoco aguantó.

Si en ese momento José Luis hubiese podido encapsular un sonido, quizá hubiese sido el de su corazón rompiéndose. Juan sintió la respiración pesada, la mascarilla que lo protegía de aquel malsano virus le estorbó y sintió que el aire le faltaba. Su esposa y su hija habían muerto, su esposa había intentado respirar, pero no lo había logrado.

José Luis se le tiró encima al camillero agarrándolo de la bata con los puños.

—¡Dígame! ¡Dígame qué fue lo que pasó! — le gritaba José Luis.

—Hermano, no hay nada. No hay medicamentos, ni agua, hicimos lo que pudimos con lo poco que tenemos. – Le respondió desesperado el camillero.

José Luis sintió impotencia. Había perdido lo más importante y sagrado de su vida. Nada repararía lo que acababa de perder. Nunca. Desde ese día, la tristeza y la indignación serían sus compañeras. La amargura de haber perdido a la mujer que amaba y a su hija lo carcomería. El odio hacía la gestión pública y el sistema hospitalario lo cargaría siempre y nunca desaprovecharía la oportunidad de culpar a los burócratas asesinos de su esposa e hija. Le quitaron conocer a su hija.

 

***

El 10 de febrero de 2020, mediante el Decreto Ejecutivo PCM 005-2020, se declaró Estado de Emergencia Sanitario. Más adelante, el 11 de marzo de 2020 se confirmó la pandemia por Covd-19 aquí en Honduras. Esta declaratoria iniciaría un vaivén de acciones improvisadas por parte de las autoridades del gobierno en materia de salud y bienestar social.

Casi como perros que esperan un hueso que roer, el 13 de marzo de 2020, mediante sesión virtual, el Congreso Nacional aprobó el Decreto 031-2020, que daba vida a la Red Integral de los Servicios de Salud. Con esto, $420 millones de dólares fueron autorizados como medida de mitigación para la pandemia. Quien fuera ministro de la Secretaría de Estado de la Presidencia en 2021, en declaraciones abiertas, prometió que con ese dinero se construirían 98 centros de salud. Desde el 2020, el pueblo hondureño sigue esperando a por ellos.

La Ley Especial de Aceleración Económica y Protección Social a los Efectos del Coronavirus, dio a Invest-H la potestad de hacer contrataciones directas para contrarrestar la pandemia, siendo esta la carta blanca que la clase política utilizó para beneficiarse del dinero del pueblo.

La pandemia siguió su curso y avanzó, llevando enfermedad y muerte a su paso. Cada día, los noticiarios, periódicos y redes sociales se inundaban de historias trágicas. Familias que perdían padres, madres, hijas, hijos, abuelos, abuelas, tías, personas que caían en calamidad económica por la pérdida de empleos, la pérdida se convirtió en compañera del pueblo. Aún con todo ello, los políticos siguieron viendo ventanas de oportunidad para robar y saquear las arcas del Estado.

Mientras el pueblo, doctores, personal de salud y primera línea rogaban a los gobernantes cumplir la promesa de los hospitales, la narrativa del gobierno cambió y comenzaron a abrir triajes a diestra y siniestra. Sin embargo, nada hicieron los gobernantes por recuperar el sistema hospitalario de su decadencia.

La corrupción no se hace esperar y el dinero es la melodía que hechiza a los corruptos cual Flautista de Hamelin. Las camas de las unidades de cuidados intensivos no eran suficientes y el sistema de salud se encontraba en colapso. La única forma de vacar camas en la Unidad de Cuidados Intensivos y la Unidad de Cuidados Intermedios era esperar la muerte de otros pacientes.

Con el oficio 630-SS-2020 del 16 de marzo de 2020, Alba Consuelo Flores, quien fuese ministra de Salud, ordenó la compra de siete hospitales móviles, para aliviar la situación de los triajes y hospitales colapsados.  De la contratación directa se encargó Inversión Estratégica de Honduras (INVEST-H). Las irregularidades son demasiadas y conocidas por la opinión pública.

La empresa – Elmed Medical Systems INC. –, a la cual se le encargaron las “latas móviles” como popularmente se les llamó a estos hospitales, no tenía experiencia, ni trabajo que demostrase fiabilidad. $47 millones de dólares fue el dinero que el Estado desembolsó, en dos partes, para el pago de dichos hospitales. El Consejo Nacional Anticorrupción denunció y comprobó en 14 informes y ante el Ministerio Público, la sobrevaloración y perjuicio que se generó en la compra de insumos de bioseguridad, equipo médico y los hospitales móviles.

Sumadas a esas cuantiosas sumas de dinero, Marco Bográn, a través de Invest-H contrató directamente a empresas cuyos dueños compartían consanguinidad con él. L1,200 millones desembolsó el Estado a través de Invest-H a empresas en contratos para instalación y supervisión de obras.

Durante 2020 y 2021, el CNA realizó trabajo de investigación y veeduría para asegurar que los siete hospitales móviles entregados al Estado fuesen lo que tanto se vaticinaba por parte de las autoridades. Sin embargo, lo encontrado fue desesperanzador para la población ya que los hospitales no dieron la talla para solventar la crisis. El equipo contenido estaba vencido, los ventiladores no eran los que se necesitaban para el tratamiento correcto de los pacientes, la disposición no era la apropiada para las camas de Unidades Intensivos, pero sí para cuidados intermedios y leves.

A pesar de que estos hospitales nunca sirvieron para el propósito por el que fueron comprados. El 10 de junio de 2020, llegaron los primeros dos hospitales. El Hospital Móvil de Tegucigalpa se instaló el 29 de enero de 2021, seis meses después de lo esperado. A pesar de que se atendieron casos intermedios y leves en dicho centro, el 15 de marzo de 2021, se determinó dejar de atender casos COVID-19. El 15 de octubre de 2021, se inauguró el Hospital Móvil de San Pedro Sula, que tiempo después fue cerrado. En Choluteca, el hospital móvil fue entregado el 26 de enero de 2021, sin embargo, se armó con partes de los contenedores en Tegucigalpa.

El óxido, polvo y olor metálico son lo único que perdura en estas “latas móviles”. Estos hospitales nunca cumplieron su fin, Aunque en esfuerzos por dar utilidad a sus instalaciones, se destinó que en estos hospitales se trataran otras afecciones, estos han sido clausurados debido al costo elevado que representa el mantenerlos.

Hasta octubre de 2023, en nuestro país se contabilizan 474,590 casos de COVID-19 confirmados y 11,127 personas fallecieron a causa del virus. El dolor permanece con las familias que perdieron a sus seres queridos. La negligencia, irresponsabilidad y corrupción de los gobernantes y políticos alcanzó niveles estratosféricos durante la pandemia. La narcodictadura trató de asegurarse el poder y el dinero de un pueblo cada vez más golpeado, machacado y moribundo. Los hospitales son un recuerdo monumental del daño que la avaricia y ambición puede hacerle a los indefensos. Hospitales de lata, recuerdos de corrupción.

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