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El CNA no forma parte del Gobierno. Es una instancia de sociedad civil con personería jurídica, duración indefinida y patrimonio propio, dedicada a prevenir, disuadir y combatir la corrupción en Honduras.

 

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Puentes Bailey

La gente del municipio se estaba preparando para recibir a los turistas. Los gobernantes de la capital habían animado a la gente a salir y conocer nuevos lugares y el alcalde de su municipio no se había quedado atrás. Doña Carmen tenía un pequeño puesto de sombreros, sobre una manta llamativa, ponía a disposición de los turistas su producto. A muchos les gustaba, ya que para llegar a la playa pasaban por aquel pueblo y los sombreros eran bien vistos por las muchachas.

Los pobladores de su aldea debían cruzar un viejo puente que parecía hamaca para llegar al corazón del municipio. Aunque los gobernantes habían prometido construir puentes duraderos, lo único que habían colocado era un armatoste de metal que decían era «provisional». Los gobernantes no se habían preocupado por construir una estructura sólida para remplazar aquel metal. Cada año, cuando las lluvias amenazaban o un huracán se cernía sobre la zona, aquel puente metálico recibía los impactos. Todos sabían lo inseguro que era, pero era la única conexión con el resto del municipio.

Así que todos se preparaban para aquellas vacaciones, «feriado morazánico» le decían. Todo iba bien, había sol y aunque no había demasiado calor, el clima estaba lo suficientemente templado para ser disfrutado. Sin embargo, la primera noche de aquel feriado, la lluvia comenzó. A ratos llovía fuerte y a ratos solo brizaba, pero el agua no cesó ningún minuto. 

Los vecinos murmuraban que en las noticias habían anunciado que dos huracanes pasarían. Carmencita se preocupó porque su único ingreso económico era la venta de aquellos sombreros y por fin había llegado la temporada buena. Sentada en su mecedora esperó el agua. Con el tiempo había aprendido a no tener mucho en su destartalada casa. Ya ella había presenciado muchos huracanes, muchas tormentas y muchas inundaciones.

Cuando los huracanes llegaban, no había mucho qué hacer, su mamá se lo había enseñado desde pequeña, todos estábamos a merced de la naturaleza. La electricidad no tardó en ser cortada. Ya solo el repiqueteo de la lluvia resonaba en la lámina que tenía por techo. Doña Carmencita sintió que ese huracán no iba a ser como los demás.

— Se creció el río del valle, viene un agualotal, recojan sus cosas que tenemos que evacuar. —Pedro intentaba gritar por encima de la lluvia, advirtiendo a todos en el caserío. Cuando el río se crecía no había mucho qué hacer más que tomar un par de cosas y buscar los albergues habilitados.

Carmencita estaba lista. Ella tenía listos varios sacos y bolsas, uno con sus sombreros y materiales con los que elaboraba su producto, en otro una que otra ropita y en otro, cosas de su cocina. Ella se puso un capote viejo para cubrirse y salió con sus cosas, a pesar de la lluvia. Siempre sentía el corazón apesadumbrado cuando le tocaba abandonar su casa cuando llegaba la temporada de lluvia, porque, aunque las ayudas del gobierno a veces les llegaban, no era suficiente para recuperar todo lo perdido.

Hubo gente que decidió quedarse y no abandonar sus pertenencias. Carmencita elevó un ruego, para que el de arriba cuidara a esas gentes. Todos fueron en dirección al puente, debían llegar al municipio lo más pronto posible. Los hijos de Pedro, su vecino, ayudaron a Doña Carmen con sus sacos. 

Mientras aquello se convertía en un pequeño éxodo, el caudal del río crecía peligrosamente. Los vecinos llegaron por fin al puente. Desde el Mitch, Doña Carmen no veía al río tan furioso. El agua ya se estaba metiendo en el valle, en cuestión de minutos les llegó a las rodillas. El puente de metal se mecía con el agua. Los vecinos estaban preocupados por la estabilidad de aquella estructura, pero había que cruzarla. Doña Carmen era de las primeras, ella y los hijos de Pedro. Aunque el puente no tenía paso peatonal, ningún carro pasaría en medio de aquel diluvio.

Doña Carmen avanzó con paso decidido, pero estaba llena de temor, aquel puente temblaba con el caudal del río. Los hijos de Pedro iban más rápido que ella. Ya casi llegaban a la orilla, pero el puente cedió.

 

No hubo mucho qué hacer. Los tres hijos de Pedro y Doña Carmen fueron engullidos por el río luego de que el puente cediera. La comunidad lloró a los cuatro y Pedro estaba lleno de amargura, porque la gente justa y humilde siempre lo perdía todo, porque no volvería a ver a sus hijos, porque todos habían dicho que aquellas solo serían lluvias pequeñas y había sido todo lo contario.

Pedro había escuchado de los vecinos que unos ingenieros de la capital habían llegado y dicho que desde hacía muchos años ese puente debió dejarse de usar. El presidente había prometido en la tele construirles casas y puentes nuevos.  A Pedro siempre le pesaría lo que había perdido, nunca nada lo remplazaría, ni todo el dinero del mundo, ni una casa, ni mucho menos un puente.

***

La temporada de huracanes de 2020 fue la más activa registrada en nuestra región. El sábado 31 de octubre de 2020 se formó el huracán Eta, días después, el 2 de noviembre, se declaró Estado de Emergencia en todo el territorio nacional. Los estragos de esta tormenta fueron devastadores y muchos departamentos de nuestro país, afectados. Fue hasta el 13 de noviembre que esta tormenta tropical se disipó, sin embargo, ese mismo viernes, el huracán Iota se formó.

Las lluvias prolongadas y toda el agua acumulada en los caudales de los ríos propiciaron inundaciones, derrumbes, deslaves y pérdidas tanto económicas como humanas. Previo a la llegada de estas tormentas a territorio nacional, el gobierno del expresidente Juan Orlando Hernández animó a los turistas a visitar distintos lugares de interés para incentivar el comercio y el turismo. El desastre pudo haberse previsto, pero una vez más el mono bailó la canción del dinero y fueron más las pérdidas que las ganancias.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calculó que el daño total por los huracanes fue de L 52,099 millones de lempiras. Comercio, industria, sector social, agricultura, turismo, telecomunicaciones, vivienda e infraestructura fueron los más afectados. En el caso particular de la infraestructura, muchos municipios y aldeas quedaron incomunicados porque las lluvias se llevaron consigo puentes, pasos y caminos. Con este panorama, el gobierno central tenía la tarea de tomar medidas, ya no de mitigación, sino de reconstrucción. Bajo el Decreto Ejecutivo PCM 116-2020, se le autorizó a Inversión Estratégica de Honduras (INVEST-H) el realizar contrataciones directas para “construcción, reparación y mantenimiento de obras de infraestructura” debido al paso de los huracanes. Una nueva carta blanca para saquear el erario público.

El 10 de diciembre de 2020, INVEST-H publicó una carta oferta para que empresas nacionales e internacionales fueran adjudicadas de un contrato millonario para la construcción de 620 metros lineales de puente estructural tipo Bailey. A pesar de que muchos lugares estaban incomunicados, tenían calles o caminos provisionales, a los pobladores de estas zonas se les dejó una promesa en el aire: puentes Bailey provisionales, mientras se construían puentes duraderos.

Las estructuras de tipo Bailey se caracterizan por ser soluciones provisionales y de contingencia, aunque se prestan para soportar sismos, terremotos o huracanes, no permanentes. Su capacidad de carga es de 30 toneladas y su estructura metálica está compuesta de aluminio y hierro de dos tipos, galvanizado y anodizado. Estos puentes de contingencia no son de alta velocidad, ni cuentan con paso peatonal. Para su instalación debe procurarse un terreno óptimo, para evitar una mala obra civil, ya que estas estructuras necesitan reajuste y mantenimiento periódico.

A pesar de todas estas exigencias técnicas, arquitectónicas y civiles, el gobierno no hizo ningún estudio, ni cálculo previo para evaluar la viabilidad de la instalación de estos puentes y simplemente, como quien dice, «a ojo ciego» delimitaron las ubicaciones donde se instalarían. Seiscientos veinte metros de puente para 20 zonas del país era la promesa apresurada que quedaba en el aire.

L 137 millones después y un proceso de compra que presentó sobrevaloraciones e irregularidades, arrojaron lo que se esperaba: otra estalactita de la corrupción. En el camino, otras tres empresas se sumaron a la contratación para instalación, pero, ¿dónde están? Hacia diciembre de 2021, solo había tres puentes instalados, mientras siete zonas eran descartadas por no ser aptas para este tipo de estructura. Algunas zonas recibieron sus puentes, pero estas estructuras estaban a los costados de las calles, previo a decidir dónde instalarlos, mientras que cinco estructuras se empolvan aún en el Primer Batallón de Ingenieros.

Mientras los gobernantes construyen redes entre ellos para tapar sus oscuros actos ilícitos, los más afectados son los que necesitan cruzar puentes, para poder movilizarse entre las zonas internas del país, ya sea para accesar a educación, trabajo o salud. Comunidades incomunicadas, olvidadas, con pasos y calles improvisadas, puentes de hamaca (como en el caso de Ojos de Agua, Comayagua) son lo que dejó esta pantomima de mejoras estructurales.

Como siempre, la planificación fue nula. Los funcionarios bailan al son del dinero ilícito y la dignidad del pueblo se vende una vez más en forma de estructuras metálicas sobrevaloradas.

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